LA MENTIRA Y LA MUERTE

La mentira tampoco sabe engañar a la muerte.
El deseo que Pepa tiene de engañar, cuando intuye que el dolor se acerca, la traiciona.
No sabe querer ni dejar que la quieran.

Es viernes y está sentada en la cafetería. La misma en la que Julián suele tomar el té todos los días. Sillas y mesas bajo sombrillas se comen parte de una calle peatonal del centro de la ciudad.
Sólo, arrepentido, pensativo.

Que ella no tuviera dinero esa tarde, que hubiera perdido la cartera, no era una casualidad.
Yo mismo se la robé.

El segundo café lo tomaron juntos.
Que empezara a llover no les molestó en absoluto. A mi sí. Ellos siguieron charlando y riendo, conociéndose más. Pensé que ya era el momento, estaba dispuesto, pero un gato me detuvo.
El resto de la gente se iba marchando, escondiéndose de la lluvia con cualquier cosa.
No se esperaba que hoy lloviera.
Ni un sólo paraguas en toda la calle.
hora sólo quedan ellos dos, pensé. Y me iba inundando de rabia. Llovía y yo me inundaba.
Ya estaba listo. Miré el gato muerto a mis pies y me dio asco. Mientras se besaban por primera vez después de tanto tiempo yo les observaba desde lejos a través de la mira telescópica —asco— sin perder detalle.
Ella estaba tierna. Como la primera vez. Lo miraba radiante; con estrellitas en los ojos. Enamorada. Otra vez o todavía. No lo sé.
Él recuperaba la fuerza. Se estaba llenando.
Tanto amor llenaría a cualquiera.



El ritmo es pausado porque él, ya sin miedo, va saliendo, dejando atrás la almohada de la soledad (qué con el tiempo resulta cálida).

En sus ojos: el descenso.
En los de ella la verdad profunda (allá abajo).
Desde aquí huele a instante eterno. Huele a sucio y mal. El momento es y va doliendo. Rabia, rencor y cólera en una lágrima que cae sobre el gato muerto, perdida entre las demás. Es este momento, y no otro, el de terminar con esta historia.

Apunto al cuello.

De pronto no veo nada, no entiendo nada.
Muevo un dedo y suena seco. La he matado.

La imagen del impacto, cayendo de la silla, se ha grabado en mi cabeza —lo sé— para siempre.

Me dijo que después de tantos años podía estar segura de que ya no le quería ...y no superó ni la primera prueba. No se si podré soportar cuando Julián me lo cuente esta noche.

Buena idea.
Adiós......................................................................PUM!

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