2 comentarios

LOBOS EN LA CIUDAD (CAPERUCITA PUNK)



Marta salió de casa con medio kilo de buen hachís que su novio le había mandado llevar a casa del tipo que le vendía la coca, el Yayo, para ver si con el regalo se le pasaba el enfado que le habían dicho que tenía.

—Tengo que llevarle el paquete. Hace rato que ya no estoy nerviosa. Puedo pasar por el pub a tomar una cerveza, a estas horas Yayo siempre está durmiendo. Me jode que Carlos confíe tan poco en mí, yo creo que un tío al que se la chupas habitualmente debería confiar en ti con los ojos cerrados “no hables con nadie, no te acerques a la policía, bla, bla, bla, bla…” Ni que estuviera pasando tres kilos de coca. Anda que se va a remover todo el departamento de policía por dos cuartas de costo.
—Hoy seguro que van todos al concierto, seguro que están todos en la puerta para pillar las entradas.
Pensaba Martita, acordándose de sus amigos.

—¿Oye, tú sabes dónde es el concierto de esta noche?
Le pregunta un policía de paisano al que hace tiempo que el comisario trata de inútil, tanto por no hacer nada como por su aspecto descuidado.

—No lo sé. Contestó Martita inocentemente. —Pero aquí seguro que lo saben.

Los dos se metieron en el pub dónde Martita empezó a saludar a gente y a entusiasmarse tanto que sacó una de las dos cuartas que llevaba y sin titubear se puso a liarse un porro con la gente que conocía. El Poli lo vio, la hubiera trincado ahí mismo pero habría llamado mucho la atención y no le convenía que en ese ambiente le tuvieran guipado como el secreta de turno, se acercó decidido a Marta y le preguntó.
— ¿Dónde vas con tanto material, niña?
—A llevárselo a un amigo que necesita cambiar de actitud.
— ¿Y quien es ese amigo tuyo que no se entera si se pierde un poco por el camino?
—Uno que está acostumbrado a cosas más fuertes. Es el que pasa la farlopa por aquí, que se ha puesto chungo con mi novio y hay que bajarle los humos, o subírselos.
Como ya iba fumada, Martita se echó a reír a carcajadas por la parida que había soltado. El poli también reía para quedar bien, y tras las risas se presentaron. El poli le dijo que se llamaba Alberto, que es el nombre falso que utilizan todos los secretas, pero Marta no lo sabía.

De momento Marta tuvo una sensación chunga de estar allí con un desconocido, se acordó de que el tipo le había preguntado por el concierto y se tranquilizó.

— ¿Qué, ya sabes dónde es el concierto?
—Si tía, pero queda bastante lejos.
—No se.
Contestó Marta.

— ¿Tú vas a ir?
—Creo que sí, seguro que irá todo el mundo.
—Te invito a otra cerveza si me piíllas la entrada mientras yo voy a por medio-gramo para esta noche.

Marta accedió enseguida a pasar por la puerta del concierto y entretenerse con los amigos antes de llevarle el hachís al Yayo. Y sin percatarse de lo que estaba haciendo le dijo al poli como podía llegar a casa de Yayo para pillar farlopa.

Mientras Marta se liaba algunos porros más con los amigos, y compraba la entrada para el poli, éste llegó a casa de Yayo y encontró pastillas sobre la mesa y coca en el congelador, así que arrestó a Yayo y mandó que se lo llevaran al cuartelillo antes de que viniera la chica.
Un buen rato después, cuando Marta llegó a casa del Yayo, el poli, que quería follársela y dejarla marchar, le dijo por el portero electrónico que dejara el costo en el buzón y que subiera. Lo que sorprendió a Marta no fue la voz, sino lo de dejar el costo en el buzón, quiso quitárselo de la cabeza para que no se la notara su rayada fumeta. En cuanto llegó arriba y tras cruzar la puerta entreabierta preguntó en voz alta convencida de que Yayo la escuchaba.

— ¿Cómo sabes que te traigo costo?

Tras percibir que la única luz que había encendida era la del dormitorio se fue acercando intrigada.

— ¿Y porque tienes las luces apagadas?
—Para follarte mejor.
Escuchó Martita en cuanto entró en el dormitorio.

El poli le pegó mucho y se la folló por delante y por detrás, la obligó a chupársela diciéndole que si no lo hacía les metía el paquete a ella y a su novio junto con el Yayo. Marta asustada se la chupó hasta que se corrió en su boca mientras la pobre lloraba.

(Hay otro final en el que llega un leñador y la salva, pero este es el auténtico)

0 comentarios

LA MENTIRA Y LA MUERTE

La mentira tampoco sabe engañar a la muerte.
El deseo que Pepa tiene de engañar, cuando intuye que el dolor se acerca, la traiciona.
No sabe querer ni dejar que la quieran.

Es viernes y está sentada en la cafetería. La misma en la que Julián suele tomar el té todos los días. Sillas y mesas bajo sombrillas se comen parte de una calle peatonal del centro de la ciudad.
Sólo, arrepentido, pensativo.

Que ella no tuviera dinero esa tarde, que hubiera perdido la cartera, no era una casualidad.
Yo mismo se la robé.

El segundo café lo tomaron juntos.
Que empezara a llover no les molestó en absoluto. A mi sí. Ellos siguieron charlando y riendo, conociéndose más. Pensé que ya era el momento, estaba dispuesto, pero un gato me detuvo.
El resto de la gente se iba marchando, escondiéndose de la lluvia con cualquier cosa.
No se esperaba que hoy lloviera.
Ni un sólo paraguas en toda la calle.
hora sólo quedan ellos dos, pensé. Y me iba inundando de rabia. Llovía y yo me inundaba.
Ya estaba listo. Miré el gato muerto a mis pies y me dio asco. Mientras se besaban por primera vez después de tanto tiempo yo les observaba desde lejos a través de la mira telescópica —asco— sin perder detalle.
Ella estaba tierna. Como la primera vez. Lo miraba radiante; con estrellitas en los ojos. Enamorada. Otra vez o todavía. No lo sé.
Él recuperaba la fuerza. Se estaba llenando.
Tanto amor llenaría a cualquiera.



El ritmo es pausado porque él, ya sin miedo, va saliendo, dejando atrás la almohada de la soledad (qué con el tiempo resulta cálida).

En sus ojos: el descenso.
En los de ella la verdad profunda (allá abajo).
Desde aquí huele a instante eterno. Huele a sucio y mal. El momento es y va doliendo. Rabia, rencor y cólera en una lágrima que cae sobre el gato muerto, perdida entre las demás. Es este momento, y no otro, el de terminar con esta historia.

Apunto al cuello.

De pronto no veo nada, no entiendo nada.
Muevo un dedo y suena seco. La he matado.

La imagen del impacto, cayendo de la silla, se ha grabado en mi cabeza —lo sé— para siempre.

Me dijo que después de tantos años podía estar segura de que ya no le quería ...y no superó ni la primera prueba. No se si podré soportar cuando Julián me lo cuente esta noche.

Buena idea.
Adiós......................................................................PUM!

1 comentarios

UNA TORMENTA PASAJERA

Alguien sabio debería escribir un libro sobre la distancia y que no sea de autoayuda. La tormenta no parece tanto desde lejos. Me he alejado, arte de por medio (concretamente para una representación teatral en la que participo), y al volver he visto las nubes oscuras descargar cortinas de agua gris sobre mi casa, a lo lejos. He visto sobre las nubes, más allá, en lo alto, un sol radiante. He visto su luz no sólo encima, también detrás, y en otro lado. He comprendido, en fin, que es probablemente una tormenta pasajera. Mi casa es firme, no hay goteras, las ventanas funcionan tan bien como las mejores, me cuentan lo que ven y me protegen. No tengo miedo a la tormenta. Pero quiero que pase pronto. No me gusta esta tormenta. Se me hace incómoda. Se parece demasiado a algo que quiero ocultar.

12 comentarios

SE BUSCA


Estoy buscando a HÉCTOR SÁNCHEZ MINGUILLÁN, escritor, y debe tener unos 30 años. Es de Castellón, pero creo que hace tiempo que no vive en esta provincia. No estoy seguro. Ha escrito algo que se llama Zócalo, y le dieron un accesit en un certamen litarario de humor negro en LLeida. La última vez que le ví servía copas en El Oso Marino. Hace años. Los mismos que hace que no se de su existencia.

A ver si alguno lo conocéis y le mandáis un mail para que se pase por este blog, vivo o muerto.

¿La recompensa? cervezas a mi cuenta hasta caer (y si puede ser en Madrid, mejor; todavía sueño con aquel chorrito finísimo de cerveza con el que llenaban los camareros los vasos pacientes, una vez que fui a la capital).

0 comentarios

de Juan José Millás

Hoy, rebuscando entre los trastos viejos (archivos en un disco duro que ya no uso), he encontrado este texto de uno de los escritores... [no se porque me hago el gilipollas] un texto del mejor escritor español vivo que he leído. La columnita incita a la rebeldía laboral, no se me amotinen, reflexionen y luego se me hacen una asociación y con el tiempo tal vez.


Nota: Enhorabuena a los estudiantes y docentes de la Universidad de Alcalá de Henares que los tuvieron cuadrados.

—No me puedo quedar mucho rato, mañana tengo que entregar un informe en el trabajo. ¿A que te dedicas?
—Soy mensajero, y en mi tiempo libre me gusta bucear. ¿Y tú?
—Yo estoy en la Universidad de Alcalá trabajando en un estudio sobre el acoso moral en el trabajo.
—¿qué?
—Un estudio sobre la hijo-putez en el trabajo. Ya sabes, que si los jefes son malos y las empresas te ahogan.
—Que interesante... y dices que no te puedes quedar mucho rato porque mañana tienes que entregar un in-for-me a tu jefe, no te preocupes, lo comprenderá.
—¿Qué comprenderá?
—Pues que no pudiste terminar el informe porque te estabas enamorando.
—Eres gilipollas.


JUAN JOSÉ MILLÁS
Lo normal
Según un estudio de la Universidad de Alcalá de Henares, millón y medio de españoles son víctimas de acoso moral en el trabajo. El acoso moral produce un daño que mata de forma silenciosa. Así como el torturador revienta a la víctima sin producirle un solo moratón, el acosador moral es capaz de golpear a la suya sin dejarle una huella. Esta clase de violación (el acosador moral es fundamentalmente un violador) se viene practicando desde épocas inmemoriales, pero sólo ahora empieza a reconocerse como una patología. Podríamos decir, parafraseando el título de un libro sobre la violencia doméstica (Mi marido me pega lo normal), que en las relaciones laborales se ha venido considerando normal la destrucción de la persona. Ni el agresor tenía conciencia de ser un torturador ni la víctima de ser perseguida. Mi marido me pega lo normal. Mi jefe me destruye moralmente lo normal. Mi empresa me arrebata la autoestima lo normal.
Creo que bastaría con acudir a algunos de los miles de cursillos sobre mando organizados por las direcciones de personal de muchas empresas consideradas modélicas para advertir que el acoso moral, como la corrupción, forma parte del sistema. En toda relación de poder hay un punto de manipulación psicológica. Señalar la frontera entre el uso adecuado y el enfermizo de la autoridad no es tarea fácil, sobre todo mientras no adquiramos conciencia de ser o haber sido en algún momento actores o víctimas de este tipo de tortura. Es más, tomar conciencia de ello significaría cambiar de arriba abajo las relaciones de trabajo tal como hoy están concebidas.
Es probable que haya más acoso moral del que dicen las estadísticas. El terror laboral se transmite por vía jerárquica, a través de la cadena de mando. Cuando en una empresa desembarca un presidente o director general que es un hijo de perra, los mandos intermedios se transforman en hijos de perra. Y el que muestra reparos para morder a sus congéneres es marginado de inmediato, convirtiéndose en víctima de lo que no ha podido practicar. Hay oficinas que al final del día están repletas de cadáveres. Mi jefe me acosa lo normal. Mi marido me pega lo normal.

5 comentarios

TRANCE en la red

Ya se puede ver TRANCE, el crotmetraje completo, desde un ordenador conectado a la vida (la de las máquinas).



Otro día os cuento TODO con respecto a este corto. Ahora, si hacéis el favor, decid que os ha parecido.

2 comentarios

El vendedor de cuentos - EL EQUILIBRISTA I

—¿Cómo te llamas?
—Me llamo Xavi.
—¿Cómo se escribe?
—Equis, a, uve, i latina. ¿Puedo elegir de qué quiero que vaya el cuento?
—No. Amigo Xavi, para eso hay que pagar mucho dinero.
—¿Cuánto?
—Tanto como para convertirlo en un trabajo de prestigio. Como ves soy un poco extremista, o vendo cuentos en la calle por la voluntad y escribo lo que quiero, o soy un prestigioso escritor de cuentos por encargo. No tengo término medio.
—¿Y si no me gusta el cuento que me escribes?
—Si no te gusta te aguantas, o lo cambias. Igual que haces contigo mismo. ¿A qué te dedicas?
—¿Qué?
—Te iré preguntando cosas de ti mientras escribo. ¿A qué te dedicas?
—Tengo una compañía de teatro con otro socio. Hacemos...
A su lado una jovencita muy guapa sonreía y observaba todo con ávido interés. Los folios en blanco, la máquina de escribir, los carteles 'cuentos al minuto', 'precio: la voluntad', 'ocupado'.

"Ésta es la curiosa historia de un equilibrista, El Equilibrista Constante, que no es un equilibrista común, ni una persona corriente. No hace equilibrios sobre cualquier cosa, no le gusta el público que habitualmente visita el circo, y tiene miedo –aunque todavía no lo sabe– a las alturas."

—Hacemos pasacalles, animaciones, otras cosas para niños...
—¿Qué sueles hacer los domingos por la mañana?
La pareja miraba las manos que escribían. Él miraba la derecha, ella miraba la izquierda. Sus miradas se cruzaban. El escritor escribía.

"Desde pequeño la cuerda floja le llamó la atención. Sus padres eran artistas de circo. El padre era el jefe de pista, y la madre bailarina, partenaire del domador y del mago, y equilibrista en el trapecio, que era lo que mejor se le daba."

—Dormir toda la mañana.
—¿Sólo dormir?
—Bueno... estar en la cama.
—¿Con ella?
La guapa jovencita que no se separaba del artista se sonrojó por la atrevida alusión.
—Generalmente.
Bromeó Xavi. La jovencita se puso más roja y le atizó con fuerza en el brazo, luego sonrió más, se sonrojó más. Tímida y consciente de su color se dio media vuelta, mirando al estanque, y se quejó.
—Que tonto.

"Aprendió a hacerlo todo sobre la cuerda floja. Aparte de ensayar los típicos trucos como sostenerse sobre un sólo pie, saltar, o hacer el pino e ir el bici, se le podía ver también almorzando, lavándose los dientes, haciendo los deberes, incluso durmiendo, todo sobre la cuerda floja. Escondiéndose de su madre aprendió a ir también sobre los cables entre los edificios, así se movía por doquier."

—¿No te gusta levantarte temprano?
—Depende de lo que te parezca temprano.
—Claro. Son los demás los que están equivocados. La gente no entiende que despertar demasiado pronto no es sano.
Xavi río el comentario y siguió bromeando.
—Si hay que ir se va, pero ir pa ná...

"Se acostumbró pronto a estar siempre en la cuerda floja y sin darse cuenta ha gestado una curiosa aversión al suelo firme. Se siente inseguro. En la cuerda floja hay siempre un desequilibrio permanente contra el que luchar. Todo es más sencillo, sólo la cuerda y tú. En suelo firme los peligros son variopintos e imprevisibles, y las personas difíciles de tratar. No es que no le gusten las personas, pero es mucho más fácil desde arriba; las personas admiran todo lo que haces por la dificultad de tu situación. Allá abajo eres juzgado sin piedad constantemente."

—¿Cuánto falta?
Preguntó la chica, que había estado entretenida con los patos del estanque, más por curiosidad que como queja infantil.
—Alicia...
Protestó Xavi. Como un adulto a un niño.
—¿Qué? Ahí pone cuentos al minuto, y ya llevamos un cuarto de hora.
Dijo ella, satisfecha de tener toda la razón del mundo. Como una niña.
—Puedo añadir ahora con mi lápiz "continuará" justo al final de la hoja, y otro día que amanezca el tiempo más flexible, seguimos con lo nuestro. Como el viento, que unas veces sopla más y otras menos, el tiempo es ora más duro y otrora más blando.
—Vale. Pasaremos otro día.

"Ahora está confundido. Ha conocido a una chica que vive con los pies sobre la tierra, que le quiere mucho, y que le quiere más, más cerca del suelo.

Continuará"

—Gracias.
—Hasta pronto.

1 comentarios

Reformas

Hoy el viento está de mi parte. Hace ya un tiempo considerable que viene el sol a pasearse cerca de mi casa. Un tiempo considerable son sólo dos días, pero ya es considerable. Estoy de reformas en mi interior. Espero que siga haciendo buen tiempo, pues mi interior no está cubierto por ningún tejado. Deseadme suerte bandidos. Hasta la próxima.