...Antes de deshacer el corrillo las cuatro chicas juntan sus teléfonos móviles y se dan unos minutos de margen.
El chico esperando en la furgoneta es importunado por una vieja en un coche pequeño y rojo brillante que quiere aparcar a su lado y que pide, muy simpática e irracional, que se aparte. El chico dice que no con la cabeza pero la mujer insiste. Se niega tozudo y le indica con un gesto que hay más sitio. La mujer hace intención de bajar del coche, el móvil del chico suena, el chico intenta cogerlo y se le cae, se pone muy nervioso, hace un esfuerzo para calmarse y se repone inspirando y expirando exageradamente.
Una de las chicas lleva su carro a una zona de cosmética y similares. Sus ojos vigilantes miran a una y otra parte mientras lleva una actividad frenética metiendo algo en el carro. Una mujer se cruza con ella, mira al interior del carro y la mira a ella asustada. Al fondo del pasillo otra de las chicas espera a que ésta termine.
Los vigilantes de las cámaras miran una foto de una tía en bolas en una revista, uno comenta a otro que no puede creer que a alguien no le guste, y el otro comenta que tiene un primo gay.
-Joder! Que suerte tienes tío. Yo no he conocido nunca a ninguno, o sea que no me acabo de creer que existan de verdad. A ver si te lo traes y consigo comprenderle.
–Yo creo que después de hablar contigo se volvería normal.
-¿No es normal?
En ese momento suena una alarma interna.
El chico en la furgoneta deja de inspirar tipo kung-fu súbitamente y acciona la llave que arranca el motor, mira hacia atrás y alarga el brazo, abre la puerta lateral trasera y acelera chillando ruedas, la viejecita le da las gracias.
Las chicas han dejado la estantería vacía. Una de ellas al no conseguir llenar el carro ha pedido a un reponedor muy jovencito que le sacara compresas.
Cuando las cuatro se acercan a las cajas con los carros rebosantes de compresas de todas las marcas la música que surge del hilo musical es "You Know I'm No Good" de Amy Winehouse. Una a una se acercan a las cajeras que, como hechizadas, no pueden apartar sus ojos de esas montañas de compresas que se zarandean dentro de cada carrito de la compra.
Cruzan una mirada en busca de complicidad con las chicas uniformadas que parecer tardar una eternidad en llegar y salen sin pagar los paquetes de compresas. Una de nuestras chicas mientras empuja el carro saca el teléfono, pulsa dos veces la tecla de llamada, y lo guarda.
La alarma interna suena de fondo. Dos guardias de seguridad se acercan hacia ellas desde el fondo del pasillo.
Las chicas se miran, aprietan sus manos a la barra del carrito, miran atrás, tensión en los brazos, empujón, chirrido de ruedas y comienza la carrera.
Los guardias corren agarrándose las porras.
(Contiuará...)