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INDIA_02 - Inconcebible


Son las 6:45 de la mañana, estamos en el aeropuerto de Madrid, no se que terminal es, estoy medio dormido. Acabamos de encontrarnos con Elena, la amiga de David, que en un principio viajaba con nosotros. Al apuntarse a la aventura un par de chicas más, amigas de ella, decidimos, muy acertadamente, dividirnos en dos grupos. Evitando problemas en un viaje tan largo y ciertamente improvisado. Tal vez nos encontraramos en el camino, aunque ellas nos cuentan que han optado por una ruta diferente, tomarán vuelos internos y mucho transporte, quieren verlo todo y luego descansar unos días en una isla cerca de Tailandia de la que les han hablado maravillas.

Días antes del viaje, nos pusimos los 4 por primera vez frente al mapa de India para trazar una ruta y establecer un calendario, nos desmoralizamos. Queríamos verlo todo. Cada uno proponía una ruta diferente y todas eran demasiado extensas. No teníamos nada claro. Sólo Anna estaba segura de que no quería pasar demasiado tiempo viajando, no quería estar más tiempo a bordo de un transporte que conociendo el lugar.
Fuimos reduciendo la extensión del recorrido que en principio intentaríamos hacer. Aunque teníamos 30 días tuvimos que reducir lo que queríamos ver al mínimo, y cuando ya lo teníamos... David propuso cambiarlo todo y visitar únicamente el sur; Goa y Kerala.
Fue bastante traumático escoger una ruta, pero nuestro avión aterrizaba en Nueva Delhi y nos traía de vuelta desde Mumbai, así que resultó sensato visitar todo lo que pudiéramos entre estas dos ciudades y Varanasi, la ciudad del Ganges, que a los cuatro nos llamaba la atención.

Trazamos una línea desde Delhi a Varanasi para la primera mitad del viaje, esperando encontrarnos con muchísimos turistas, pasando por Jaipur y Agra, para ver el Taj Mahal. Como medio de trasporte el tren o el autobús, queríamos ver por donde íbamos y compartir el recorrido con la gente del país.
La segunda mitad del viaje dedicada a la improvisación, pensando en alquilar un coche con conductor para poder dirigirnos a pueblos apartados y poder parar cuando quisieramos. Viajando desde Varanasi, al noreste del país, hasta Mumbai, en la costa oeste, cruzando el centro de la India, Madhya Pradesh. Lo más desconocido, prácticamente abandonado por el turismo internacional, lo que pretendíamos como "India profunda".


Pienso que no nos encontraremos con la amiga de David durante el viaje.


Viajamos todos en el mismo avión, de la compañía Qatar airways. Pertenece a los Emirats Árabes, uno de los países más ricos del mundo, así que todos los aviones, incluso este en el que acabamos de subir que nos ha costado unos 400 € ida y vuelta incluye todas las comodidades imaginables y más. Hay una televisión en cada asiento con pantalla táctil y un menú donde puedes elegir entre un montón de pelis de estreno en varios idiomas, juegos, y no-se-cuantas-cosas-más. Sirven comida y refrescos y bebidas alcoholicas sin pagar nada. David se ha pedido un whisky con hielo. Pienso que no hay forma más bestia de llegar India. Contraste.

Escala de media hora en Qatar y dos horas de vuelo hasta Delhi. Esto ya está ahí.

Entre las 4:30 y las 5:00 hora local, llegamos a Nueva Delhi y ya tenemos las maletas, vamos a salir a la calle. Es de noche, madrugada... Nueva Delhi.

Ninguna idea preconcebida. Sin embargo, será por haber viajado rodeado de comodidades, siento que nada puede sorprenderme, como si hubiera tomado distancia.

ZAS!

La primera impresión es dificil de explicar. Al cruzar el umbral de la puerta ya te das cuenta de que hay gente por todas partes. ¡De madrugada! La gente que ves no da la impresión de estar ahí circunstancialmente como cabría imaginar, ¡es el aeropuerto, no hay nada! Sin embargo la gente, que está por todas partes, está instalada. Es como un gran asentamiento gitano. Enorme. Inconcebible. Para mi es como bajar de una nave espacial y encontrarme con el antiguo Egipto. Como en Stargate.

La distancia que creía haber tomado se ha ido de una patada.
Ahora siento otra cosa que no se que es.

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INDIA_01 - Volamos desde Madrid

Ir de cañas en Madrid es algo incomparable. Nunca defrauda.
El avión sale a las 8:45 h, así que tenemos toda una noche por delante. Dormiremos en casa del amigo Martín. Antes era un guionista valenciano, ahora es un guionista valiente buscando algo en la industria cinematográfica madrileña. El Dorado. Es un tipo discreto, de nariz afilada y rasgos morunos, el abundante pelo rizado y negro y los ojos pequeños le hacen adorable. Parece un bonachón y es un apasionado de las cañas de Madrid. En lo profesional le envidio. Me recuerda a Julio Salinas, que marcaba goles inesperados o increíbles.

Apuro mi vaso de cerveza y mis ojos brillan reflejando las tapas que trae el camarero. Me siento como en un sueño. No paran de servir cañas y tapas. Hemos venido al número 48 de la calle Toledo, al bar Cantalejo, porque Titín estaba aquí. Se oyen las voces de las chicas que están con Titín, a él le gusta picarlas, hacerlas reaccionar. Conversación animada.
Anna, David, Neus y yo, estamos ilusionados, como en una nube; en unas horas nos vamos a la India y ahora estamos aquí en Madrid tomando cañas.
Mágia.
Escucho la tragaperras, el sonido de los cubiertos al chocar, la risa escandalosa de Titín, la voz de Anna que todavía no se lo acaba de creer, David pidiendo otra ronda, la crónica deportiva en la tele, un camarero gritando a la cocina. El aire es de un color dorado y tiene un brillo metálico. Hay humo, risas, cerveza y tapas, combatiendo todo desasosiego. Muchos bares en Madrid. Ahí fuera La Latina; la noche de un martes parece la de un viernes.

Han llegado tres chicas más, son amigas de Anna y Neus, también arquitectas. Se conocieron en un máster de cooperación y arquitectura básica, aquí en Madrid. Gente que cree en un mundo mejor de una forma muy práctica. Ahora somos muchos. Suficientes. Formamos dos grupos, así que Martín se debate entre Titín y sus chicas y nosotros y las chicas nuevas.

Creo que el concepto chicas nuevas ha calado, Martín se queda con nosotros. Antes de que mi subgrupo decidamos dónde ir a cenar, Titín, en el otro bando, me pregunta por el viaje. Creo que quiere verme ilusionado por una aventura próxima antes de despedirse, pero esa fingida mala leche que tiene le hace increparme: A què collons vas tu a la India?

No lo sé. Creo que no voy a nada. Acompañaré a Anna, David, y Neus, a donde quieran ir y espero que el sufrimiento de los demás no me afecte demasiado. No voy a ayudar a nadie y no creo que disfrute de un viaje de placer.

Titín, intuyendo mi preocupación -más que escucharla- me cuenta una historia que vivió su hermano mayor cruzando una linea invisible que separaba el caro hotel dónde se hospedaba, y un asentamiento bajo un puente cercano, también en India. Charló largo rato y conoció a una gente muy pobre que valoró mucho aquel gesto. Romper fronteras invisibles.

Mañana a primera hora volamos hacia India. Me quiero ir a dormir.